jueves, 1 de octubre de 2009

Jardín & Árbol

Todos guardamos en el corazón al menos un árbol. En los recuerdos de todos debe haber al menos uno salpicado de verde...

En la casa de mi abuela hay un jardín. Cuando yo era niña, descubrí ahi el placer de comer mango verde. Se trata de un jardín grande,y hay espacio para que los niños corran. En ese jardín, muchos niños han corrido... soy la menor de 11 primos y primas. Pero nací y crecí a un océano de distancia, lo cual siempre me separó de los demás, pues sólo veía a mi familia algunos meses de verano (ni siquiera todos los años) durante mi infancia. Sólo una vez viajamos a El Salvador en Navidad, y fue cuando comimos mangos verdes en el jardín, pero esa fue la excepción. Todos nos habíamos reunido por una tragedia familiar. Era la guerra civil y nuestra familia había sido víctima de un largo secuestro. Pero hoy no quiero hablar de cosas tristes... Hoy mis recuerdos son ligeros, verdes y húmedos.

La lluvia ha caído nuevamente sobre San Salvador. Desde hace algunos días ha vuelto a aparecer la temporada de lluvias, como existe en mis recuerdos de infancia. Y es que mis recuerdos de este país están llenos de lluvia. De tormentas grises en el jardín de mi abuela, cuando una espesa cortina de agua me alejaba de todos. En el jardín había una casa roja, con cocina, baño y hamacas. Había árboles, mangos, aguacates y mi preferido, llamado "uva" que daba una hoja casi circular y dura. No logro recordar si daba frutos, pero sí sus ramas. Tenía una enorme copa que cubría todo el jardín y daba sombra a la pequeña piscina que serpenteaba atrás. Siempre me quejé de que no fuera más honda. Ahora que pienso en ella, lamento no haberme bañado más seguido en ella, pues todos mis recuerdos de esa piscina están salpicados de risa y de sol. Y de la sombra del árbol, siempre la sombra del árbol.

Es el único árbol que realmente escalé en mi vida, y creo que por eso me siento indeleblemente atada a él. ¡Cuánto quisiera poder hacerlo de nuevo ahora mismo! Pero ya el árbol murió. Murió víctima de una tormenta de esas, con rayos y centellas, truenos y relámpagos, y agua que caía como cortina, impenetrable. ¡Qué tristeza fue caminar en ese jardín la primera vez sin el árbol! Lo recuerdo como si fuera ayer. La temblorosa indignación en mi voz cuestionando a mi tía sobre porqué no estaba más ahi... Hasta el día de hoy, siempre que penetro en el jardín, siento un dolor hondo al ver el sol brillando sobre la grama, y siento su desnudez sin la sombra del árbol.

Viví pocos meses en Santa Ana - afortunadamente. La transición viniendo de París fue todo menos amable. Si en algún momento he experimentado la violencia sutil del aislamiento, del dolor, del abandono, y del prejuicio fue ahi y fue entonces. El único lugar donde podía alejar mis demonios era ese jardín, y por supuesto, las ramas de mi árbol. Ahi recuerdo el día que mi mamá me dijo que mi papá iba a morir. Recuerdo llorar mucho tiempo en la oscuridad después del atardecer. Pero también tengo recuerdos alegres... como el día en que, con mis amigos, decidimos maquillarnos y disfrazarnos de KISS . A mí la banda me daba un poco lo mismo, pero los chicos eran verdaderos fans. Incapaz de contener demasiado tiempo a mi niña interna, yo elegí ser el Gato. Era la única niña del grupo, y eso, de una manera tácita, también me convertía en la jefa. La verdad es que entonces yo no tenía ninguna amiga, y los únicos que llegaban a visitarme y a jugar conmigo eran niños. Eran amigos muy leales y los recuerdo con gratitud. Especialmente a W. el más sincero en su afecto y el más bondadoso conmigo. Pasaron los meses y nos mudamos a San Salvador. Ahi empecé a hacer amigas y dejé de escuchar rock pesado.

Pero esto fue mucho después de maquillarme de negro y blanco bajo las amigables ramas de mi árbol con un puñado de adolescentes. Mucho después de los días de sol en la piscina, mucho después de que Totó, mi perro, se comiera los aguacates caídos, mucho después de subirme al techo a coger mangos con mis primos, mucho después de todo, porque después de la tormenta que mató a mi árbol, después de que sembraran naranjas en su lugar, después de que al fin salí de Santa Ana... después de todo eso... nunca volví.

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