martes, 15 de junio de 2010

Analista financiera

He sido hasta ahora una muy mala inversionista. He invertido mis activos sin ninguna consideración. Al azar, por ejemplo, y en contra de todos los pronósticos. He sido descuidada con mi corazón, es inevitable entonces recoger la cosecha de relaciones casuales, mediocres, malsanas, lastimeras, patéticas en su mayoría… porque si sé lo que es amar, y me doy cuenta que si tomo en cuenta factores como el tiempo que duró la relación y su intensidad en términos de satisfacción o gratificación, las relaciones más significativas hasta hoy han sido las que no han durado nada, las que por cualquier motivo tuvieron que interrumpirse, por causa de muerte, mudanza, o porque desde el principio se sabía que aquello no iba a ningún lado. Las demás, las que duraron años, (con una excepción notable), esas no tienen ninguna importancia al final, fueron relaciones en piloto automático, sin mayor cosa, tal vez hubo buen sexo, tal vez éramos buenos amigos, tal vez nos sentíamos solos, tal vez teníamos amigos en común, no sé… realmente, la vasta y amplia mayoría de los hombres de mi vida han sido insignificantes al final… No es nada personal, seguro eran buenas personas, algunos, como dije, eran maravillosos y magníficos amigos, otros eran tigres en la cama, otros, lo siento, no eran nada, pero seguro algo en su periferia, su familia, sus amigos, me atrapó.

Claro que la inversión no sólo puede ser absurda, también a veces ha sido imposible. El mejor ejemplo es mi querido L., amor de primavera, amor de eternidad. Me entregué sin guardar nada. L. se reflejó en el espejo más puro de mi alma. Su vibración casi exactamente al mismo nivel que la mía, nuestras energías unidas fueron un pedazo de arco iris, un dulce de nube, un paraíso terrenal, y temporal, terriblemente temporal. Definitivamente mi entrega era suicida, a L. lo esperaba su “novia para siempre” (aquello ya estaba decidido). Aun así, decidí invertir lo mejor que tenía que dar, sabiendo que era muy poco probable recuperar nada de mi inversión. Y lo dejé todo ahí. No usaré el termino perdí, pues nadie me quita lo bailao, o mejor dicho, nadie me quita lo amado… Ese dulcito será de esos que voy a saborear toda mi vida.

Al final de cuentas, L. no era mi maestro Jedi. Al final, resultó que la que salvaba era la Shamana del Mar, su servidora, encantada, pa’ servirle a usté.

Claro que para lograr convertirme en Shamana, las cosas no fueron tan sencillas. Primero pasé por ser la loca del pueblo, la sufrida, la bruja del oeste, y de nuevo la loca del pueblo, sólo que esta vez, lo hice a conciencia, aprovechando mi locura para crecer más, para trascender la sanidad mental y alcanzar la sanidad del alma. Pero en realidad, la Shamana fácilmente se olvida de su papel de salvadora, y puede que me transforme en delfín, y me quede jugando con las olas por ahí…

Ahora sin embargo, después de mucho tiempo, muchas equivocaciones y sufrimientos, después de frustraciones y resentimientos, después de mucha valentía y de muchos temores, al fin ahora creo que puedo tomar mejores decisiones y hacer mejores inversiones. Sé que para decidirme a invertir, no basta con la buena vibra ni la atracción instintiva. Lo más importante es que mi inversión se vea acompañada por la de un verdadero socio, la de un verdadero hombre y ya no por la de un amiguito infantil. Yo ya no soy una niña. Ahora, soy una mujer.

"she warned him not to be deceived by appearances, for beauty is found within" Prologue - Beauty and the Beast - Disney

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